lunes, 21 de mayo de 2012

THEOTOKOS Y PANTOCRATOR/ Souhail Wilfredo Cheng

Desde lo alto del retablo cayeron dos divinidades, de valor incalculable para algunos y simples trozos de madera podrida para otros.
Aquel Pantocrátor cuya mirada abría por la mitad las entrañas de la existencia humana cayó sobre el altar. Un altar excesivamente recargado con el pan de oro robado en la orfebrería de las “Divinas Amortajadas”.
Sobre un suelo de mármol, amarillento por el paso de los años, cayó finalmente el Pantocrátor y sobre una pila bautismal cayó la Theotokos.
De los huecos del sagrario salieron criaturas de todo tipo al escuchar semejante orgía destructiva. Criaturas que no podían salir de sus cárceles miméticas, ya que desde las alturas las divinas providencias lanzaban cera hirviendo sobre sus almas.
Las polillas miméticas degustan la sabrosa madera podrida de las divinizadas figuras.
Un pequeño grillo mimético salio del cáliz barroco que contiene la sangre obtenida por las hordas de sanguijuelas guiadas por el poderoso Pantocrátor. El grillo emitió su melodía, un réquiem por los que sufrieron y murieron desangrados y un allegro por los que viven en el destierro mimético y hoy vuelven a su altar.
Una gran vidriera estalla al paso de varias gárgolas miméticas que bajan de la Torre del Honor. Dos gárgolas que ocultan su aspecto, decapitan las moribundas almas de las repulsivas tablas de madera. Tablas que fueron barnizadas de arrogancia.
 Danzas de tiempos ancestrales y cánticos celtas en el funeral de los que un día lloraron de risa sobre la mortaja de los miméticos.

El mármol amarillento recobra hoy su
brillo al caer sobre él las lágrimas de alegría de las criaturas miméticas.

Lágrimas de alegría y regocijo tras el paso atronador de la guadaña que corta los
verdes prados del valle mimético.



1 comentario: